miércoles, 27 de mayo de 2015

¿A cuántas personas conoces que les haya ido bien los tratamientos anti-obesidad y que además se hayan mantenido sin efecto rebote?



A estas alturas, parece que las dietas basadas en los tratamientos tradicionales, no funcionan.

Pero en lugar de aceptar que esto puede ser cierto, se empeñan en achacarnos el mal resultado, acusándonos de poca constancia o rigor en el cumplimiento.

La eficacia de los tratamientos contra la obesidad, jamás deberíamos medirla por los resultados que obtengamos. 

¿Cuántos de estos tratamientos en realidad funcionan bien y de forma permanente?


¿A cuántas personas conoces que le haya ido bien y que además se hayan mantenido sin efecto rebote?


Hay una verdad que no se quiere reconocer pero que se va abriendo paso poco a poco y es que no existen los productos milagros, todo es una mentira que ya no puede sostenerse.

Yo creo que la mayoría de los que imponen los sistemas oficialmente aceptados para perder peso, saben que lo único que vamos a perder va a ser tiempo y dinero.

Y cuando esto es evidente,  nos hacen sentir culpables acusándonos de falta de constancia.
De esta forma, cuando abandonamos artos de sacrificarnos sin resultado, no les acusamos a ellos por su inoperancia.

Es algo parecido a lo que nos hacen los representantes de las religiones. 
Nos ponen la raya roja a un nivel a sabiendas de  que siendo humanos la vamos a rebasar y por tanto vamos a pecar según su credo.

Así tienen excusa para hacernos sentir miedo al considerarnos culpables.
Luego, ellos se ofrecen a conseguirnos el perdón.
Pero  solo si somos dóciles y aceptamos su poder sobre nosotros.

Son los programas de adelgazamiento oficialmente aceptados los que están fallando de forma general ya que utilizan unas premisas absolutamente equivocadas.


  • No se adelgaza restringiendo la ingesta de carne o grasas.

  • Aunque hacer algo de ejercicio es muy saludable y necesario .No se pierde peso por hacer ejercicio. 

  • Las calorías que ingerimos, no son todas iguales. No tienen el mismo efecto en el organismo.

  • El problema no es la cantidad de calorías que ingerimos. Es el tipo de calorías el que va a afectar a nuestra acumulación de grasa corporal.

  • La acumulación de grasa se produce cuando provocamos desarreglo hormonal, en especial de la insulina.

  • El desarreglo hormonal está ocasionado por las calorías de mala calidad, procedentes de los hidratos de carbono de alimentos refinados en general y por los azucares en particular.


¿Entonces como es posible que algo tan evidente nos haya mantenido tanto tiempo engañados? 

En el próximo artículo, veremos las causas. 


martes, 12 de mayo de 2015

La prevalencia del idioma inglés desde la segunda guerra mundial, ha impedido que se conozca la verdadera causa de porque engordamos

Hay dos tendencias por parte de los investigadores sobre las causas de la acumulación de la grasa corporal
  • Por una parte está la tendencia considerada oficial que establece que el consumo excesivo de calorías es lo que provoca la obesidad. O sea que vienen a decir que es una cuestión matemática; Calorías tomadas menos calorías consumidas igual a mas o menos kilos de peso corporal. Con lo mal que la biología se lleva con las matemáticas.
  • Por otra parte están los que defienden que no todas las calorías tienen el mismo efecto ni que todos los individuos responden igual a la ingesta de alimentos. Plantean que es un problema de desajuste hormonal, de hiperinsulinismo. A estos últimos, se les ha intentado continuamente amordazar, aunque últimamente tienen más resonancia. 
La prevalencia de la teoría oficial ha impedido que se realizasen verdaderos estudios que permitieran conocer la verdad. 
Pero esto no es nuevo. 
Viene desde el fin de la segunda Guerra Mundial. 
Ya entonces, antes del comienzo de la guerra los científicos alemanes, habían descubierto que en realidad la acumulación de grasa en el cuerpo se debía a que las hormonas y el sistema endocrino del individuo, funcionaban de forma inapropiada. 

Esto iba en contra de la teoría del “equilibrio energético” que defendía y aún defiende que: Engordas, si tomas más calorías de las que gastas.
Uno de los primeros endocrinos, Wilhem Falta, discípulo de Von Noorden, ambos alemanes, aseguraba ya entonces, que era la insulina la que provocaba  la obesidad y tenía una importante relación con la diabetes.

Pero había un problema;
La mayoría de la literatura científica sobre obesidad, estaba escrita en alemán en aquella época.

Y como suele ocurrir, los vencedores impusieron sus intereses y desde la victoria contra los alemanes, los americanos e ingleses hicieron que la lengua inglesa pasase a ser la única lengua válida para las investigaciones científicas.

En EEUU prevalecía la hipótesis del equilibrio de energía (o sea, las calorías que entran por las que salen) 
Debido a esto, desde entonces ha seguido prevaleciendo en contra de muchas voces cualificadas, que pedían una revisión de esta hipótesis. 

¿Puede alguien imaginarse la cantidad de sacrificios, gastos, enfermedades e incluso muertes que se habrían evitado?

Pues por ejemplo, ahí va una estadística:
“En 2008, más de 17 millones de personas murieron por una enfermedad cardiovascular”.

¡Cuántos males se habrían evitado si la teoría de los alemanes se hubiese tenido en cuenta! 

Y es que los obesos no son gordos porque coman más de lo que deban.
El problema es la respuesta hormonal que en algunos individuos  se da, hace que las  calorías se almacenen como grasa corporal.


Pero esto que ya debería ser de dominio público, aunque parezca mentira, se sigue demonizando a nivel general.
Solo unos pocos científicos se atreven a contradecir a la endocrinología oficial.
Y conste que allá  por los años 60 ya se pudo comprobar que la acumulación de grasa corporal estaba regulada por la  insulina.

Desde mediados de los 70, los terapeutas saben que lo más eficaz para combatir la obesidad es la restricción de  los carbohidratos.
Y claro, esto es lo mismo que defendían  los científicos alemanes.
A pesar de ello, la mayoría de los médicos no terminan de ceder y siguen negando que la obesidad se debe al problema hormonal de la insulina.

Posteriormente, no han dejado de aparecer voces que tratan de hacer valer lo que por lógica iban descubriendo.

Para mi, uno de los mas acertados es el francés Michel Montignac.
Este  pionero de los Índices Glicémicos, desde 1980, propuso la utilización de estos Índices para la pérdida de peso.
Su método, ayuda desde entonces a la disminución y prevención de la incidencia de enfermedades metabólicas como la obesidad y las enfermedades cardiovasculares.

La obesidad se debe principalmente  al consumo de carbohidratos y azúcar.
Esto ya lo sospecharon los científicos alemanes, amordazados por los vencedores de la segunda gran guerra.
Desde entonces, intereses comerciales, han impedido que esta verdad se aceptara, pero la verdad, termina por romper los diques que la contienen y tarde o temprano termina por irrumpir.

Hace muy poco, el científico Gary Taubes, el director del Centro para la Prevención de la Obesidad de la Fundación New Balance David S. Ludwig o Eric Westman, director de la Clínica de Medicina Duke Lifestyle.
Han publicado en la revista Time un artículo en el que aseguran ya que:

“Que la dieta baja en carbohidratos es la que permite la pérdida de peso, y no necesariamente la baja en grasas, es cada vez más evidente.”

En la próxima publicación, veremos por que no han dejado que se sepa y veremos más evidencias de que los que tendemos a engordar, estamos muy equivocados en nuestra forma de llevar la alimentación.

martes, 5 de mayo de 2015

Platos tradicionales con menos calorías

Hola Manuel, hoy te voy a ayudar para que puedas consumir unos platos muy ricos sin remordimiento de conciencia.

Veamos cuatro platos mediterráneos y que son muy altos en calorías:
  • Lomo de orza.
  • Tortilla de patatas.
  • Chorizo fresco.
  • Ensaladilla rusa.
¿Si te dijera que puedo explicarte cómo puedes disfrutar de un lomo de orza sin que te preocupe el colesterol y sin grasa? ¿Y una tortilla de patatas donde las calorías se han bajado a la cuarta parte y apenas tiene colesterol? ¿Y un chorizo fresco o casero con una mínima cantidad de grasa?

Todo ello sin que haya que sacrificar su sabor tradicional.

Debemos considerar que algunos platos de la dieta mediterránea, en su momento, se crearon para atender las necesidades de nutrición, de una forma de vida en la que era necesario ingerir las calorías que demandaban los trabajos en el campo.

Incluso la bebida (el gazpacho), en su origen, aportaba una dosis de calorías. Por cierto, ahora mejor sin pan.

Por tanto, es lógico que algunos platos puedan resultar altos en calorías para las necesidades nutricionales de la forma de vida actual, mucho menos activa físicamente.

Hoy en día, gran parte de la población se propone ingerir menos calorías para bajar peso, o tomar menos grasas en general para evitar algún tipo de afección.

Empecemos por el lomo de orza:



El lomo de orza es un plato típico de las matanzas, que se utilizaba a modo de conserva. Esto también se hacía con los chorizos de la matanza y los torreznos. De esa manera aguantaban todo el invierno y parte de la primavera sin que la carne del cerdo se echara a perder.

Recuerdo cómo de pequeño escarbaba en la orza en busca de los trozos de lomo.

El lomo de orza no es tan calórico y se desgrasa al freírlo, e incluso enterrado en manteca no tiene por qué dar problema si lo escurrimos bien al calentarlo. La manteca sí es muy calórica.

En mi pueblo este lomo se reservaba para sacarlo en las fiestas de las pascuas. Primero se introducía en un adobo con vinagre, laurel, ajo, etc. Y así se dejaba uno o dos días.

Luego se iba friendo el lomo fresco del cerdo en su propia manteca, a fuego muy lento.

De esa manera, adquiría un sabor y aroma suculentos.

Después se introducía todo en una orza de barro, dejando enfriar la elaboración, la manteca se solidificaba y se depositaba la orza tapada en un lugar fresco, seco y sin apenas luz, para su mayor conservación.

Si analizamos su composición final, veremos que realmente el elemento que aporta las calorías es la manteca, ya que la poca grasa infiltrada que puede tener la parte del lomo de cerdo va a salir en el momento de la fritura o cocción. Por lo tanto, si en vez de manteca empleamos aceite de oliva evitaremos gran parte de calorías y tendremos los beneficios del aceite de oliva.

Y si queremos dar otro golpe de tuerca, podemos sustituir el lomo por pechuga de pavo, que se corta en sentido longitudinal de dos dedos de grueso.

La textura de la pechuga se parece mucho a las fibras musculares del cerdo, y prácticamente es el mismo sabor, ya que se disfraza con los aliños que recibe en el tiempo de marinada previa.

Para la ensaladilla rusa, el truco consiste en mezclar la mayonesa al 25% con yogur desnatado y bajar la proporción de patata añadiendo por ejemplo judías verdes, aumentar los guisantes e incluir champiñones.

La tortilla de patatas se puede aligerar mucho si utilizamos una yema cada cuatro huevos. Además las patatas se hacen al microondas con una pizca de aceite.




El chorizo fresco o casero podemos disfrutarlo sin el exceso de calorías.

Basta con ponerlo en una cacerola, cubrirlo con vino blanco de guisar y dejarlo hervir unos 10 o 15 minutos hasta que el alcohol se evapore y el chorizo suelte la mayor parte de su grasa.

Antes de que se enfríe, escurrimos todo el caldo que quede (la mayor parte será grasa) y nos quedará un chorizo muy magro y bajo en grasa y calorías.

Además adquiere un sabor magnifico y es estupendo para hacer un arroz caldoso con él.

Dependiendo de que sea categoría segunda, primera o extra, tendrá más grasa que soltar y mermará más o menos.