martes, 28 de julio de 2015

No agobiemos a nuestros genes

Si medimos el tiempo transcurrido en nuestro proceso evolutivo, podemos decir que hemos salido de las cavernas hace dos días. El resultado es que nuestros genes no han tenido tiempo de adaptarse  a esta forma de vida actual. No somos animales nocturnos, no vemos en la oscuridad como los felinos o los ratones porque no estamos hechos para cazar de noche. Como consecuencia, estos genes, tan poco actualizados, hacen que nuestro organismo se equivoque cuando administra los alimentos que ingerimos.

Cuando nuestras hormonas entienden que son horas en las que deberíamos estar dormidos, y gastar el mínimo de energía,  mandan a reservar la mayor parte de nutrientes que tomamos. Y la reserva está en los "michelines", glúteos etc. Así que cuantos más nutrientes tenga a su disposición, a partir de ciertas horas, más grasa acumulará nuestro cuerpo como reserva para momentos de escasez.

Y esto ya viene avalado por  numerosos estudios que  avisan que…

"La hora en que ingerimos alimentos importa y mucho"

Por tanto, si somos del tipo de organismo previsor -que guarda a reservas todo lo que no quema- a partir del anochecer hay que dejar de comer azúcares e hidratos de carbono en general: Pasta, pan, patatas, fritos, arroz, dulces e incluso las frutas, sobre todo las más ricas en azúcares como melón, plátano, uvas, etc.

Recordemos que no son las grasas sino los carbohidratos los que, consumidos en exceso, se acumulan en forma de triglicéridos en el tejido adiposo.

En esto no estaría mal que copiáramos a los europeos;

"Cenas cortas a hora temprana e irnos a la cama con la digestión hecha un par de horas más tarde"

                  

Pero  nuestra rutina de vida, suele ser muy contraria a esto:


- Al desayuno no le damos importancia y es escaso.

- Muchas personas hacen la comida principal fuera de casa y en un mero trámite.
- Y con la cena, tratamos de compensar un día ajetreado.

Pero tampoco hay que pasarse en las restricciones: Si la cena es demasiado escasa nos puede volver a entrar hambre y despertarnos en mitad de la noche para asaltar la nevera. Así que una buena ensalada de tomate y verduras, con bastante proteína -huevo duro, pollo, atún o sardinas en aceite, los palitos de mar, algunos frutos secos, manzana, piña, aguacate, aceitunas etc.-... Y aliñada con su buen aceite de oliva.

martes, 7 de julio de 2015

Para engordar la hora importa


El bueno de Don Quijote ya le daba consejos a Sancho, unos consejos que resultan muy acertados a la vista de los recientes descubrimientos científicos sobre nutrición.

Cervantes pone en boca de D. Quijote un consejo para su escudero:

"Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”.

La recomendación de comer poco puede que estuviera motivada por la necesidad de frenar el apetito del escudero comilón por motivos de intendencia en sus viajes, pero cuando dice “cena poco”, está afirmando algo que entonces no era fácil de atisbar. Mucha sabiduría encierra esa expresión de que la salud de todo el cuerpo depende del estómago.

Y es que, últimamente, se ha descubierto el mecanismo molecular que nos hace engordar si nuestro organismo tiene a su disposición suficientes nutrientes en las horas nocturnas.

Ya había muchos refranes que avisaban sobre los perjuicios de cometer excesos a la hora de cenar. Y curiosamente, no sólo Cervantes.

Hay cantidad de antiguos dichos populares que se pronuncian al respecto. Es muy conocido el que dice:

"De grandes cenas están las sepulturas llenas"

Y aquí va otro dicho popular que encierra una gran sabiduría:

Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe, cena como un mendigo”.
                                         
Y Benjamín Franklin decía…

Abreviar la cena: prolongar la vida…”

Los últimos estudios genéticos vienen a demostrar lo acertado de todas estas aseveraciones. Y es que ya se ha identificado un gen en las células grasas que juega un papel clave en cuanto a nuestro sistema de nutrición. Este gen funciona como un reloj temporizador en las células de la grasa y actúa sobre en el sistema nervioso central.

A grandes rasgos, esto permite que nuestro organismo esté programado para acumular reservas en las horas nocturnas Por tanto está muy claro lo importante que es restringir las cenas.

Así que no sólo el tamaño importa, sino también el momento en el que decidimos ingerir un bocado.